La palabra Cuaresma se refiere a cuarenta, y tiene su origen en el latín (Quadragésima). Es un tiempo litúrgico en que se nos invita a una preparación penitencial a la espera de la fiesta de La Pascua.
En este tiempo se nos invita de manera especial a la reflexión, oración, el ayuno, el reconocimiento de nuestras equivocaciones y a la reconciliación con Dios, con nuestro prójimo y con nosotros mismos.
La celebración de este tiempo se inspira en los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto guiado por el Espíritu para ser puesto a prueba por el diablo, después de haber sido bautizado por Juan el Bautista en el Río Jordán.
El número cuarenta aparece en muchos momentos de la historia del pueblo de Israel y representa un tiempo de maduración y crecimiento. Cuarenta días duró el diluvio, cuarenta años peregrinaron por el desierto, cuarenta días pasaron Moisés y Elías en la presencia de Dios en la montaña.
Se conoce muy poco sobre el origen de este tiempo litúrgico, aunque desde el Siglo II la Iglesia comenzó a celebrar de forma anual el Misterio Pascual y señaló que era necesario tener un tiempo de preparación por medio del ayuno y la oración. Solo hasta finales Siglo IV, se conformó la Cuaresma como un período de cuarenta días preparatorios para la fiesta de la Pascua.
En un documento denominado La Tradición Apostólica de San Hipólito de Roma se sugiere el ayuno de los días previos al Domingo de Resurrección, especialmente para los candidatos al Bautismo.
Inicialmente entonces, el énfasis de la cuaresma estaba en el Bautismo y la conversión, sin embargo, esto cambió en la Edad Media donde la cuaresma fue un tiempo de abstinencia, renuncia y ayuno.
La intención de nuestra Iglesia hoy es recuperar el sentido original del tiempo cuaresmal, es decir, vivir un tiempo propicio para el Bautismo o la Renovación de Votos Bautismales, siendo así una oportunidad de reconciliación amplia en el amor de Dios
El próximo miércoles 22 de febrero será la celebración del Miércoles de Ceniza, seremos signados en la frente con una cruz de ceniza para recordar nuestra condición de mortales y pecadores y al final de la Cuaresma en la Vigilia Pascual seremos signados con una cruz de agua para recordar que hemos sido transformados en pecadores redimidos participes de la vida eterna en Cristo Resucitado.
Los invito a aprovechar cada día de esta Cuaresma y prepararnos espiritualmente profundizando en la necesidad de una vida más coherente con el mensaje del Evangelio.