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Abrazar la imagen de Dios en todas las personas: Por qué importan las palabras

Abrazar la imagen de Dios en todas las personas: Por qué importan las palabras

En los últimos días, se utilizó un lenguaje incendiario, a modo de «bromas», para describir a Puerto Rico y a varios grupos en un acto político. Esto ha suscitado conversaciones sobre cómo honrar la dignidad de todas las personas. Como episcopales, nuestra fe nos llama a reconocer el valor sagrado de cada individuo y a resistir el lenguaje que socava la imagen divina en la que cada persona ha sido creada. Describir a cualquier grupo de personas como «basura» contradice no sólo las enseñanzas de Cristo, sino también el compromiso de la Iglesia Episcopal con la compasión, la unidad y el amor.

Nuestro Pacto Bautismal nos llama a «luchar por la justicia y la paz entre todas las personas, y respetar la dignidad de todo ser humano». Este compromiso constituye la columna vertebral de nuestro camino de fe, e incluye oponernos al lenguaje y a las acciones que deshumanizan a los demás. Ya sea en referencia a Puerto Rico o a cualquier comunidad, el lenguaje despectivo no tiene cabida en el vocabulario cristiano. Tales palabras no reflejan el respeto y el cuidado que se nos ordena mostrarnos unos a otros como hijos de Dios.

En los Evangelios, Jesús insiste repetidamente en la importancia de amar al prójimo. La parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) es un poderoso ejemplo: Cristo nos desafía a extender la compasión más allá de nuestras propias fronteras y prejuicios, mostrando misericordia a quienes puedan ser diferentes de nosotros. Esta parábola nos recuerda que nuestras palabras deben reflejar bondad y comprensión, no desprecio. Un lenguaje despectivo hacia Puerto Rico, o hacia cualquier otra comunidad, nos aleja del amor y la misericordia que Jesús demostró y enseñó.

En Santiago 3:9-10 se nos recuerda que «con la lengua bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los que están hechos a semejanza de Dios». La Iglesia Episcopal entiende el poder de las palabras y su potencial para construir o destruir. Los comentarios denigrantes crean división y perpetúan estereotipos dañinos, mientras que las palabras arraigadas en el respeto y la compasión ayudan a construir comunidades que reflejan el reino de Dios en la tierra.

Como episcopales, estamos llamados a ser discípulos valientes que defienden a los marginados y se oponen a las acciones o al lenguaje que devalúa a los demás. Insultar a toda una comunidad daña el testimonio de la Iglesia y socava el mensaje evangélico de amor y reconciliación. Al honrar la dignidad de todo ser humano, damos testimonio de la verdad de que todas las personas, incluidos nuestros hermanos y hermanas puertorriqueños, son amadas por Dios.

Recemos por la unidad y el respeto entre todas las personas, y recordemos que la oración denota acción; animo a todos a votar.

Dios todopoderoso, te damos gracias por la diversidad de la familia humana y la belleza de cada cultura y comunidad. Ayúdanos a hablar con bondad y a resistirnos a las palabras que desvalorizan o dañan. Concédenos el valor de oponernos a la división y de trabajar por un mundo que refleje tu amor y tu justicia. Oramos por nuestros hermanos puertorriqueños y por todos los que sienten el aguijón de las palabras de odio, para que conozcan su valor a tus ojos. En el nombre de Cristo, oramos. Amén.

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